Como la
noche aquella...
Muévese mi corazón cuando te escribo,
y en mi latir, tu nombre ha pronunciado.
Su palpitar con miles de latidos
demuestra, en realidad, ¡cuánto te ha amado!
Ay, corazón fecundo, que ha esbozado
en tu imagen de diosa un cuadro hermoso,
con la pintura de un amor tan abnegado,
siendo el amor, a veces, doloroso!
Mas el pintor traza su sueño, muy ansioso,
y en cada sueño la pintura es aún más bella,
pinta con ansias este amor tan ambicioso;
te soñaré otra vez... ¡como la noche aquella!
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Queridos lectores:
Hay ocasiones en que no es el lector, sino el
escritor, quien queda sorprendido. Esta vez he
sido yo quien ha quedado sorprendido de esta
respuesta de una entrañable amiga venezolana,
a quien guardo un especialísimo afecto, cariño
y respeto, y a quien quiero agradecer el haberse
tomado la molestia de responder a mi poema de
una manera muy especial y muy artística.
Y aquí quiero compartir su poema con ustedes.
Doy por hecho que será de su total agrado.
Gracias, Mary, por este hermoso pincelazo poético.
Muévese mi corazón mientras te leo,
y en su latir, te siento reflejado,
porque has logrado, amor, lo no logrado,
y es que mi corazón, viva de nuevo.
Si por tu verso hermoso ha retornado
a las lides del amor y el desengaño,
¡ay de mí!, si en esta lid hoy me equivoco
y cae, por ingenuo , destrozado.
Pues siendo el amor, a veces, doloroso,
podría también ser santificado,
cuando en manos yertas, las flores reviven
y al corazón caído ha resucitado.
No me sueñes, amor, vive a mi lado;
pálpame las carnes, comparte mi delirio,
porque aún cuando en sueños pueda pintarse hermoso,
no hay amor más real, que el no soñado,
ni habrá un amor más grande... ¡que el vivido!
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