El
vuelo del palomo...
Autor: Rafael Angel
Un palomo que
volaba
queriendo ir al infinito,
y llevaba en su piquito
una carta allí pillada.
Y un águila que pasaba
a su lado se acercó.
Y al ver la carta sintió
curiosidad despiadada.
¿Qué traes ahí— preguntaba—,
que has venido hasta la altura?
Y vio llorar de amargura
al palomo que avanzaba.
Y como no contestaba
a su pregunta tan necia,
de un tirón y sin clemencia,
la carta le arrebataba.
La lucha allí comenzaba.
Y el palomo, en desafío,
asomó todo su brío
ante el águila malvada.
El palomo le picaba
las alas al aguilón;
pero es que aquel compadrón,
era grande, y abusaba.
La carta, ya maltratada,
se dirigía hasta la tierra,
mientras en el aire, guerra,
entre dos se desataba.
El águila, ya enojada,
abusó de su poder,
y un picotazo en su haber,
al palomo propinaba.
La sangre ya se alojaba
en las alas del palomo
que en caída, como un plomo,
hacia la tierra enfilaba.
Y la muerte le esperaba
a aquel palomo valiente.
Mientras caía, de repente,
vio que el viento le acercaba
aquella carta sagrada
que habría de causar su muerte.
Carta y palomo, de suerte,
al unísono estrellaron.
Y pasaba allí un paisano
que, como testigo, vio
cuando el palomo cayó,
y una cartita a su lado.
(Curiosidad ha matado
de igual forma a mucha gente.)
Y el paisano, de repente,
también lo mismo sintió.
Tomó el sobre y lo rasgó,
y había un papel que decía:
—`Esta carta, vida mía,
te la envío porque te amo.
Estoy en otro oceano
y no alcanzo a comprender,
por qué yo amo a una mujer,
que vive allá en lo lejano.
No puedo darla en tu mano,
pero la entrega es segura;
no te llenes de amargura
cuando recibas mi sobre;
ésta es la vida del pobre,
pero, como pobre, te amo.
Este palomo es muy sano;
por eso te la envío con él.
Y si ya al anochecer
por fin ya me has contestado,
ponla en su pico, que ufano,
él me la vuelve a traer.`—
Dice el paisano: `—Hay que ver,
lo que hace un enamorado.—
Toma el sobre ya estrujado,
del palomo que moría,
allí, a su lado, ponía
aquel bendito papel.
Y se asomó para ver
en el momento apropiado,
al palomo, desangrado,
balbuseando en su agonía:
—`Todo lo que yo quería
era cumplir mi mandado.`—
El paisano, acongojado,
tomó al palomito aquel,
justo para poder ver
que una lágrima corría
de sus ojos. Fue aquel día,
trágico y desventurado.
*
***
*****
***
*
Rafael Angel©
|