Los nombres...
Autor: Rafael Angel Cortés ©
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Yo te amé; te lo juro. ¿La traición...? Duras penas.
Pero no respondiste a mis torpes ideas;
no llegué a ver en ti lo que mi alma esperaba,
y por eso cedí a las treinta monedas.
Por eso plasmé un beso
en tu mejilla buena,
y por eso, Señor, yo te ofrecí a la venta,
pero no resistí el verte morir
como cualquiera.
Y allí mi corazón, que estaba hecho de piedra,
se ablandó como nata... y así se arrepintiera.
Yo aquí, en calvario eterno;
tú... con tu cruz a cuesta.
Tú, que me perdonaste por mi beso de seña,
que a tu Padre clamaste
al faltarte las fuerzas;
que imploraste a los Cielos
mientras subías la cuesta
camino del Calvario para salvar mi afrenta.
Tú, que me diste vino allí en la última cena,
que lavaste mis pies...!
Vi tu mirada tierna.
Te vi atado al madero;
con clavos en tus piernas.
A ti, Señor, te imploro
desde el fondo en gehena,
donde quedé al momento en que, ahorcado, muriera
cuando sentí, de pronto,
que yo, el traidor, hiciera,
al convertirme en dueño de tus terribles penas,
te pido por mi madre,
que ni culpa tuviera de mis terribles faltas,
por cuanto yo te hiciera...
Ella reza por mí,
y hasta su vida diera
por tomar estas sombras que me cubren apenas.
Todos sabrán mi nombre;
conocerán mi afrenta.
Tu corona de espinas; tu angustia,
tus pasiones;
recordarán la herida por donde el agua brote;
recordarán las lágrimas
por tus tantos azotes.
Y hasta el fin de los tiempos,
cuando ya el amor venza,
y las riñas del hombre, ése, tu amor, derrote,
en la historia del mundo
se mezclarán los nombres
de Jesús Nazareno; de Judas Iscariote.
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