Estimado señor:

Me acusa usted de cosas inauditas.
Critica usted de mí el vocabulario.
Dice que en la escritura de un poeta
sólo ‘cultura’ ha de anotar en su inventario;
palabras cultas habrá de usar a diario
y nada de escribir palabra escueta.
No es mi intención, con esta carta, el ofenderlo;
mas bien, mi estilo simple es cuanto aclaro;
sé muy bien que es literato y educado,
y el ignorar su facultad… ¡ni pretenderlo…!

No rebusco palabra en diccionario
ni pretendo parecer un literato.
Tomo palabras de mi viejo armario
que todos las comprenden en el acto.

¿Por qué escribir un “ósculo” por beso;
y “retahíla” decir, por inventario,
decir “superfluo” por innecesario
si sus lectores dicen “¡ no sé de eso…!”

Amo y señor de la palabra culta,
que critica lo simple de mi texto,
yo sé decir también extravaganzas
y hacer que rimen al final de cada verso!

¿Por qué escribir, señor, “indeclinable”,
si tenemos la palabra “obligatorio”.
¿No sabe usted que, al final, un responsorio
le espera un día, después de lo que hable?

¿Ha imaginado usted que es absoluto
por escribir (tal vez) con frases vanas,
en vez de utilizar palabras llanas?
¿O es que me quiere conceptuar un ‘bruto’?

¿Sabe, señor, lo que es “intransigencia”?|
Es fanatismo; y también “contumacia”.
¿Sabe qué es comprensión? ¿Condescendencia?
¿Sabe que lo contrario es ‘tolerancia’?

¿Me puede definir “la burocracia”?
Probablemente su clarividencia
traiga a su inspiración con arrogancia
alguna explicación que dé la ciencia…!

¡Escribiré, señor! ¡Y allí en mi almohada,
donde me fluye mi pensar sencillo,
compongo versos; escribo su estribillo,
mas no me place con palabra rebuscada!

En ese barco, con placer no arribo;
quiero nadar en el mar de mi ignorancia;
quiero sentir la paz que da mi estancia,
mas su trabajo es criticar lo que yo escribo.

¿Con qué fin, mi señor? ¡No lo comprendo!
Su crítica no rompe mi cabeza.
Siga usted criticando mi simpleza,
que pa’ mi gente… ¡yo sigo escribiendo…!

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