Mi regreso…
© Rafael Angel
Recuerdo esa tarde que llegué a tu puerta.
No estaba cerrada;
la dejaste abierta
para que yo entrara.
Y sin darme cuenta,
Te dije un "te quiero" a flor de mi lengua;
y dentro en tu boca,
sin dar mucha tregua,
me mojé en las mieles
que en tus labios queda.
Y tú me entregaste, las preciosas hebras
que habías reservado
pa la noche aquélla.
Qué noche tan dulce;
qué noche tan tierna.
Y que así mi mente siempre la recuerda,
porque fue sutil
lo que pasó en ella.
Un éxtasis puro
presentóse. Bella,
en aquella noche
muy llena de estrellas.
Pero, como todo lo que no se cuida,
un cielo sin nubes,
flor que no se riega,
una noche triste
me fui de tu vera.
Luego, aquel camino
que siempre anduviera
ya se me hizo largo,
sin saber tu espera.
Y en otros mundales conocí otras ellas.
Y besé otras bocas,
que, de mieles, llenas
provocaban morbo
como zanguijuelas
que chupan la sangre
de quien se le acerca.
Y te recordaba con toda tu esencia.
Y pensé en volver
por la calle aquella
donde aquella noche
conté las estrellas.
Pero el cruel destino
se mofaba apenas,
y me daba golpes,
todo a manos llenas.
Tal vez una noche... una noche de ésas,
en que los coquíes
junto a las luciérnagas,
me alumbren el tramo
con canción eterna,
yo vuelva al camino,
yo vuelva a tu vera,
y ponga mi rostro
pa llorar mi pena.
Y lloremos juntos, porque tú eres buena;
y que me acaricies
con tus manos plenas
de aquellas caricias
que solías ponerlas
con tus blancas manos
sobre mis dos piernas.
Y quedar dormido; dormido de veras.
Y que me perdones
si el perdón le dieras
a éste que regresa
después que se fuera,
ya sin recordarnos
de la noche aquélla.
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Rafael © Angel
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