Anoche yo tuve un sueño
temprano en la madrugada:
soñé que mil angelitos
iban como en desbandada
subiendo las escaleras
de las mansiones doradas
que allá arriba, en nuestro cielo,
la fantasía nos pintara.

Y yo, desde mi aposento,
¡ los miraba...! ¡ los miraba...!
Y mientras veía, sonriendo,
mil veces me preguntaba
dónde estaría mi angelito,
pues nunca antes le encontrara,
porque la ignorancia de hombre
mis viejos ojos cegara.

Y subian las escaleras
y mil otras las bajaban.
Y yo quedaba extasiado
ante el paisaje de hadas
que brindaba, pintoresco,
éste, mi sueño, en mi cama.
Y mi conciencia, insistente,
¡ preguntaba...! ¡ preguntaba...!

¿Dónde estará mi angelito...?
¿Ese angelito del alma...?
Si el pintor tiene su ángel;
si tiene ángel la cascada;
si está el ángel de la iglesia
que se encuentra en la cañada;
¡ y hasta la iglesia del pueblo,
que hoy está contaminada...!

Si está el ángel de las cárceles;
si está el ángel de las plazas;
si está el ángel de los vientos,
y hasta el de las madrugadas.
Si hay mil legiones de ángeles,
por no decir trillonadas,
si fueron, de la creación,
un punto clave en el alba.

Si todos tienen su ángel
que los protege de andadas.
El ángel de los poetas.
El ángel de la quebrada.
El angelito del niño
que allí, en el puente, cruzaba.
Ángel de los escritores;
y hasta el ángel de las aguas.



Mas de pronto, allí en mi sueño,
y sin que yo lo esperara,
me llegó luz a mi mente
confundida y obsecada.
Y una voz me dijo, fuerte,
dándome una bofetada:
”estás tan ciego, poeta,
que no ves ni la mañana.

Tienes tus ojos al frente,
mas no ves las manos llanas;
estás buscando tan fuerte
que de tus ojos escapa
que el angelito que buscas,
y al que a tu mente se escapa,
te ha visitado al presente,
pero no has visto sus alas.”

Y la voz dentro, en mi mente,
pero esta vez en voz baja,
como un susurro del cielo,
como el pulpar de la sávila,
me dijo presto al oído
que allí, en la Semana Santa,
mi ángel estuvo conmigo
toda una linda semana.

Mi ángel estuvo conmigo,
y yo no le dije nada.
Si hasta su nombre bendito
tiene música rimada.
De ojos de cielo: azulitos
como del agua en mis playas.
A su alredor, angelitos,
cuatro angelitos de plata.

Y cada sonrisa suya
aquí en mi alma se sembraba.
Y sentía las bendiciones
que venían con sus palabras,
con sus risas, con los dones
que el cielo nos prodigaba.
Mi ángel estuvo conmigo,
y hasta durmió allí en mi almohada.

Si hasta se paseó conmigo,
y sin que yo lo notara,
me daba un beso en la frente
cada vez que me miraba.
Mi ángel caminó a mi lado.
Y en nuestra sala jugaba,
allí, sentada en el piso
con el juego de barajas.

Y es tan lindo su cabello
cuando cae como cascada,
que parece el mismo pelo
que lleva La Inmaculada.
Y su mirada virtuosa
(porque hay que ver su mirada),
como pétalos de rosa
dejan aroma enmarcada.

He encontrado mi angelito;
el ángel que me faltaba.
Hoy de mi alma sale un grito
que en los cielos se escuchara:
yo también tengo mi ángel;
mi angelito de la guarda.
Es de ojos claros, claritos,
y lleva por nombre Wanda.

~*~Rafael Ángel Cortés ~*~
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